Soy uno de siete hermanos. Tres vivimos en Florida y cuatro en Nueva York. Dos de mis hermanos trabajan en transportes en Nueva York y dos de mis hermanas son enfermeras, como yo. La mayor de nosotros está a punto de jubilarse. Mi madre dice que no se arrepiente de nada; puede jubilarse y vivir una buena vida.
Cuando crecíamos en la isla de Jamaica, no teníamos las mismas oportunidades que la gente de Estados Unidos. Nuestros padres nos educaron para esforzarnos siempre por superarnos, y desde pequeños nos inculcaron la importancia de la educación.
Mi tía fue la primera en salir de Jamaica. Fue la pionera entre nosotros. Más tarde hizo la petición para mi madre y sus hermanos. Yo emigré cuando era adolescente y vivo en Estados Unidos desde hace más de 30 años.
Perseguí mis sueños. Me siento orgullosa de ser una mujer negra fuerte. Este es mi 25º año como enfermera diplomada. Como profesionales sanitarios, mis compañeros y yo fuimos héroes de primera línea durante toda la pandemia. Trabajé en la unidad COVID en condiciones intensas. Si no fuera por nosotras, las enfermeras, ¿quién estaría allí para atender a los enfermos? Teníamos un trabajo que hacer, y teníamos que hacerlo.
Trabajo con enfermeras de muchos orígenes étnicos: de las islas, de Filipinas, afroamericanas y latinas. Nos une un vínculo especial. La mayoría de nosotras llegamos a este país cuando éramos adolescentes, y es alentador saber que estamos allanando el camino para las generaciones venideras.
A mí me educaron para llegar a lo más alto, y yo eduqué a mis hijos de la misma manera. Mi hija de 28 años está terminando una segunda carrera. Mi hijo de 17 años acaba de recibir una beca completa para la Universidad de Richmond, y pronto se trasladará a otro estado. Como es un hombre negro de 1,90 m y 85 kg, tengo mis propias preocupaciones por él, así que agradezco que su generación hable contra la injusticia. Como yo y mis hijos, deseo las mismas oportunidades para los inmigrantes de distintos países e islas. Los niños, y en realidad todos los que llegan sin un estatus migratorio adecuado, deberían tener la oportunidad de perseguir sus sueños, y las leyes deben cambiar para que ellos también puedan convertirse en ciudadanos estadounidenses que contribuyan plenamente a este país.